MADRID.- Aquí estoy de nuevo. Sobre una báscula, ese horrible artilugio que siempre te dice cosas que no quieres oir y además, sin tacto, sin miramientos. Te lo suelta así de sopetón, según se le ocurre: 68 kilos. Ahí lo deja y ahora soy yo la que tiene que hacer algo con esa información. Y, por supuesto, no es la primera vez.
Podría decirse que soy toda una profesional en el ancho mundo de las dietas. Con sólo 16 años me sometí (sí, me sometí) a la primera de ellas que, ilusa de mí, consideré la única. Mi médico de cabecera, del que comprobé su escasa formación en dietética, me sacó un papelito del cajón derecho de su mesa con unas inamovibles instrucciones de lo que tenía que comer cada día y, además, los gramos que debía pesar cada alimento. La dieta, de 1.500 calorías, funcionó, vaya si funcionó. Como un globo que se deshincha, perdí 15 kilos en pocos meses… ¡Buenísimo!… ¿No? Pues no. Alguien, juro que no fui yo, debía estar hinchando el globo sin mi permiso por otro agujero porque a los cuatro meses, recuperé lo que era mío. Los 15 kilos y cuatro más, para la reserva.
Después de un tiempo en el que creí que había aprendido a aceptarme y quererme, intercalado con momentos en los que me odiaba y que solían coincidir con visitas a las tiendas de moda que visten al 90% de la población, decidí volver a “ponerme a plan”. De nuevo, acudí a mi médico de la Seguridad Social, tal vez confiada en que durante ese periodo hubiera asistido a algún curso de verano sobre dietética y nutrición, porque aún no eran tan conocidos estos centros especialistas que tanto han proliferado últimamente.
Del cajón izquierdo esta vez, el único cambio, me sacó un papel que contenía una dieta innovadora: la disociada. ¿Os suena? Ésa en la que, con pocas restricciones, no puedes mezclar cierto tipo de alimentos según sus componentes, esto es, los hidratos con las proteínas. Y, sin más remedio, aprendí a saber a qué familia pertenece cada alimento. Algo que nunca he podido olvidar. ¿El resultado? Tan bueno como el anterior. Una gran pérdida de peso en poco tiempo y una pronta recuperación del mismo, en menos tiempo aún, y con algún extra. Como los coches de lujo.
A la tercera, ¿va la vencida?
Una sólo es consciente de lo voluble que es su cuerpo cuando comprueba que tiene prendas que abarcan una gran gama de tallas disponibles en las tiendas. Tan pronto puede sacar de su armario un pantalón de la 38 como una falda de la 46. Y, claro, eso, indica que no eres muy estable. Algo parecido pasa cuando le muestras a alguien tu álbum de fotos. La realidad te abofetea. “Jo, cómo cambias, ¿no?”. Sí, ya, mi armario estaría de acuerdo contigo.
Conocí uno de esos centros dietéticos (hay uno en cada esquina, es imposible no verlos) que te marcan unas pautas de alimentación, que te eliminan de tu dieta los hidratos de carbono y las legumbres (buen truco) y me dije ¿por qué no? ¿Qué tengo que perder? Muchos kilos, por lo visto. 20 para ser exactos. Y, de nuevo, lo conseguí (ya dije que soy muy profesional). Aunque dos menos, 18. Para ser justos, diré que, un año y medio después, sólo he recuperado tres. Aunque pareciera que esos tres pesan como 30 porque no consigo deshacerme de ellos. Se han debido acomodar a esas zonas tan mulliditas de mi cuerpo que tanto detesto.
El último intento (espero)
Había oído hablar de un nuevo sistema de adelgazamiento (una vez que entras, no puedes salir), el de los “intercambios” o los “puntos” y, como ya estoy curtida en este mundillo, he pensado que mal no me hará (y aumentaría mi estatus de profesional en dietas a toda una experta en mi círculo social). ¿Lo peor? Entender el método. ¿Lo mejor? Puedes comer de todo, pero de verdad. Incluso, me avisa, para muchos clientes es demasiada comida.
Mi dietista de Medica Diet, el centro donde he ido a probar suerte, hace un gran esfuerzo en explicármelo: tú tienes un número determinado de raciones al día de hidratos, de proteínas, de lácteos, de verduras, de frutas y de grasas. Sólo hay que distribuirlas bien, no pasarse, y no habrá problemas.
Son bastantes realistas, algo que da confianza. No te prometen grandes bajadas de peso en tiempo récord. En mi caso, 3 kilos en alrededor de mes y medio. Eso sí, “como esto no es una dieta, sino aprender a alimentarse, no volverás a recuperarlos”. Espero que sea verdad porque sigo guardando todas las prendas de todas las tallas en mi armario y no me gustaría usar las grandes.
Así que aquí estoy, en mi primer día de mi nueva dieta, intentando contar los “intercambios” que llevo consumidos en el día, anotándolos en la libretita que te dan, y esperando con todas mis fuerzas que funcione.
En mi próxima visita semanal a mi dietista de Medica Diet comprobaré los resultados… Aunque me han avisado que los primeros días todo el mundo se hace algo de lío y puede que la bajada sea escasa. Bueno, pienso yo, mientras sea una bajada y no una subida…
Continuará…
Noticia publicada en YO DONA (El Mundo) por LA NUEVA BRIDGET : https://www.elmundo.es/yodona/2008/07/03/belleza/1215094133.html